
1 de septiembre de 2025, recién llegado de un viaje que, creo, transformó mi relación con Eretz Israel.
Meses atras, e inmerso en un sin fin de sensaciones por cuestiones personales, un amigo (al cual le voy a estar agradecido de por vida por este empujón), me invitó a pensar si tenía ganas de hacer un voluntariado en Israel. Creo que la conjunción de ambas palabras hizo que el SI fuera inmediato, pero desde ya, no tenía noción lo que se venía por delante.
Mis contactos con Israel, que fueron muchos, habían sido más vinculados al deporte, a la Macabeada o a viajes familiares.
Indudablemente, el enfoque que propuso este viaje no lo había tenido nunca, y desde el día que pise Ezeiza solo me dedique a instar a mi círculo de amigos a que participen.
Taglit invita a una propuesta transformadora, una propuesta que te atraviesa por completo, dejando que uno pueda inmiscuirse dentro de la sociedad israelí, viendo la realidad de un país en guerra, pero en constante reconstrucción, sintiendo una sociedad que si bien herida y dolida, va al frente, con una sonrisa sin dejar de lado la “Tikva”, la esperanza. Te invita Taglit, a vivenciar en carne propia el llanto de la madre o el padre que aún tiene un hijo secuestrado, junto con el abrazo incondicional del padre que ya recupero (o perdió) a su hijo secuestrado. Te lleva a desbloquear niveles de sensibilidad impensados cuando te lleva a un hospital a colaborar en el sector de oncología infantil y bailar Rebelde Way, solo a los efectos de alegrarle unos minutos del pesado día a una niña mientras recibe su quimioterapia. Te convierte en dador de abrazos y sonrisas al proponerte servir desayunos a todo un hospital. También, te convierte en “kibutznik” cuando te prepara los guantes y las palas para hacer trabajo en el campo, colaborando con pequeños productores que lo han perdido todo (incluso empleados) con motivo de la guerra.
Taglit, te invita a soñar los pequeños momentos de descanso en los traslados de un lugar al otro, en que un mundo mejor es posible si uno se convence de que las cosas pueden salir adelante, y te invita a tener la “jutzpa” israelí para poder, frente a tanto dolor y desastre, pensar en que en algún momento reinará la paz.
Te invita a pensar que “Si estas vivo, entonces viví” (Im ata Jai, as Tijie”, como decía Hela Hamawy y que “ The sun Will always Shine”, tal como expresaba Ammon Yakobov, ambas víctimas del ataque a Nova el 07.10.23.
Te enseña, que el pueblo judío ama y promueve un país pluricultural por más que otros sean intolerantes y quieran que desaparezcas, pues el amor y la paz están por delante de todo.
Te muestra por un rato, que sentir el agua mimándote los pies en la playa de Tel Aviv tiene la misma calidez que sentir el abrazo de un jaial en recuperación que te agradece por “venirte desde allá”, solo para saber que estamos juntos, porque “atem lo levad, anajnu itjem”.
No creo volver a ser el mismo luego de la experiencia vivida el pasado agosto. No creo poder dejar de comprometerme con Eretz Israel, luego del flechazo que recibí en las últimas semanas.
Creo por fin, que mis dudas de “cómo puedo ayudar en este momento?”, fueron despejadas.
Este viaje transforma, pero no solo al que va desde Argentina o cualquier parte del mundo a Israel, sino también, al que te recibe allá, en “tu casa”, sintiendo que estamos cerca, que alguien se interesa por lo que a ellos le pasa.
Es mi deseo, para este año que empieza en nuestro calendario judío, que todo aquel que duda, pueda convencerse de participar, porque el efecto multiplicador que genera el hecho de ir y estar trasciende lo imaginable, y al final del camino, el pequeño abrazo o la pequeña sonrisa se transforma en un sin fin de amor que a quien lo recibe le dan ganas de seguir adelante, con la firme convicción de que nuestro pueblo vive y vivirá por siempre.
Am Israel Jai












